Anna R. Alós

Las codornices de Ana Lobo

Las codornices de Ana Lobo
Decrease Font Size Increase Font Size Tamaño del texto Imprime ésta página

por Juana María Palomo, actriz

 

Ana Lobo era una mujer de recursos, lo mismo hacia en un plis una colcha de ganchillo que reparaba una silla, le hacía un vestidito de domingo al crío, ponía en sus fogones …lo que había. Eso es, lo que había. Famosa era su receta de pescado blanco ( con merluza sabe a gloria) para enfermos, sencilla, sabrosa y curativa. Ese día, como casi siempre en aquel patio corralero estaba la vecina.

-Ana ¡mi arma ¡ ¿Cómo haces tú el pescaíto blanco?, ese que cura la barriguilla a los niños?

Y contó Ana:

– ¡Buenos días Macarena! Hoy me ha llegado de la lonja una merluza de usía. La limpias bien, le sacas los restos de sangre, la secas con un pañito y la reservas. Debes tener:

-ajos

-cebollas

-patatas

-tomates

-laurel

-sal, chorrito de aceite y pimentón

Y siguió Ana:

Macarena, hija, yo utilizo el ojo por 100 para las cantidades. ¡Con tanto niño! Prefiero que sobre que no que falte. Supongamos que es para dos: pones agua a hervir con un poco de sal, cuando rompa, echas la patata a rodajas- pon dos- ajo y cebolla a gusto y un tomate (si no hay enfermos) y hoja de laurel. Cuando la patata pueda atravesarse con el tenedor, echas 4 rodajas de merluza apagando el fuego para enseguidita que la veas blanquita y esponjosa, servirla. El pimentón se lo echo si todos se encuentran bien (recordemos que es para hacer estómago a los enfermos de colitis).

-Ahhhhhh!!,¡igualito que yo!, soltó Macarena

A Ana le tocaba ya los bemoles ésta mujer que le iba preguntando para luego afirmar que lo hacía igual que ella. Y así, las patatas solteras, las pechugas al Manuel… Un día, a Macarena su marido le llevó una docena de codornices y, como no, recurrió a su vecina. Ana quiso experimentar un rasgo de humildad por parte de la otra y procedió a dar las siguientes instrucciones:

-Las echas tal como vienen en una cazuela de barro, con piquito, plumitas, su tomate, su ajo, su cebolla su clavo y ¡hala!, que se cuezan.

Evidentemente, la otra volvió a marcarse el tanto.

-Ahhhhhh ¡chiquilla!, si es que lo hacemos todo igual- dijo la oronda Macarena.

Pasaron los días. Algún mes que otro. Viva estaba Macarena… Ana la oía. La vida hizo que se encontraran en una esquina:

-Holaaaaa – exclamó Ana-, no me dijiste cómo te salieron esas codornices que hacemos tú y yo de la misma forma.

-Ohhhhh, riquísimas – respondió Macarena -, un poco duras porque las empezamos a comer antes de terminar el guiso, pero una maravilla.

¡No íban a estar duras!

 

Share