Restaurante PUERTO CHICO






Tortilla a punto de ser deconstruida
Texto: ANNA R. ALÓS
Fotos: R.G.
Barcelona, abril 2018. Sentarse a comer en un restaurante que pertenece a un grupo de restauración solvente (Bocagrande, Bocachica) suele ser un tiro no excesivamente complicado y bastante seguro. La carta es de sota, caballo y rey, sin sorpresas aparentes, aunque lo cierto es que ningún plato tiene «peros» importantes y la gratificación va en aumento hasta llegar al postre que es para tener muy en cuenta. En la cocina manda Ángel Marín, un chef con los 40 cumplidos y un recorrido completo: El Bulli, Torre Catalunya, hotel El Jou en Guardiola Berguedà, Las Rejas del chef Manolo de la Osa en Las Pedroñeras. Ganas y espíritu asoman en cada una de las palabras de este cocinero que ha cambiado su último destino en ámbito rural para trasladarse al lío urbano con su familia, con un bebé de 2 años y otro en camino. Y un perro labrador, que es el que no está también porque ha pasado de vivir en libertad a caminar atado. Pero bueno, salimos cada día que tengo fiesta, me cuenta. A Marín se le nota, a pesar del cambio radical, la alegría por este nuevo reto con resultados bastante buenos.
La estrella de la cocina es el horno de carbón, el sueño de casi todos los cocineros actuales )aunque conozco a uno en Andorra que tiene 3 en la cocina y no los usa porque no le gustan). Horno a parte para todo lo que ha de saber a brasa, los arroces son la estrella de la casa. Los terminamos al horno, cuenta el chef, y mi idea inmediata es probar a ahumarlos en el horno de carbón, pero no lo tengo muy claro aún.
Comenzamos la comida con unas aceitunas y un pan con tomate (el rústico premiado del Forn de Sant Josep) casi perfectamente restregado (decir que es perfecto sería audaz), y con eso ya se intuye que el resto, si está en la misma línea de flotación, va a ser rico. Llega una ensalada con hoja verde, aceituna verde oscuro y tomate azul, sorprendentemente sabroso a pesar de que esta primavera fría le hace flaco favor a la herbácea). Los 3 colores se funden en ese sabor a huerta honesta que se obtiene en pocos restaurantes. Lo cuento como casivegana, que sufro insulsas y insultantes ensaladas descoloridas que ni saben qué es la clorofila. La ensalada de Puerto Chico merece atención por simple y por honesta (Pau Santamaría es el proveedor, o sea que se entiende el tema).
Mientras Ángel Marín planifica aquello de acabar los arroces en ahumado, nos da a probar, acabados en horno convencional, dos arroces. El primero es meloso, de rabo de buey. Mi acompañante, Bárbara Senillosa, dice que es sublime y yo, casivegana, lo pruebo con prudencia y sí, lo es, que aunque haya dejado de comer seres vivos muertos tengo memoria en el paladar. El segundo, más seco, de capa fina y con una textura y una cocción que casi puedo definir perfectas, de verduras(le faltaba un poco de sal, pero no es relevante). Hay hasta 10 tipos de arroz. No son los más de 400 de Casa Alfredo de Ibiza, pero lo cierto es que con 10 vamos sobrados. Usan arroz Bomba Illa de Buda en las versiones secas y Marisma en las caldosas. Los buenos fondos hacen el resto con ellos.
En medio de todo ello aparecen unas alcachofas rebozadas con harina de garbanzos (sugeriría una simple cocción de horno porque el resultado era de un rebozado demasiado grueso), unos mejillones al vapor y una tortilla deconstrucción que enamora, que produce ¡amor instantáneo! Algo que también sucede con el postre hecho «en casa»: un chessecake que sabe a queso (he probado tantos que no sé a qué saben pero no a queso), y unas trufas memorables. Todo lo servido fue sugerencia, imagino que consensuada con cocina, de Rafa, el jefe de sala, un profesional de los que fiarse, por amabilidad, por saber estar y por lo que sabe de vinos.
Una conclusión: buena parada en una zona de nadie, esa de la Diagonal de acera ancha sin terrazas, la de lado mar, entre las calles de Balmes y Rambla de Catalunya, en la que lo que parece llevarse son las tiendas de trajes de novia. Para los que ya no pensamos en eso, insisto, es una buena parada sin fonda.
Datos
Avinguda Diagonal, 405, 08029 Barcelona
Horario: Abierto de martes a sábado de 13h a 16h y de 20h a 23h. Domingo de 13h a 16h. Lunes cerrado.
Precio medio carta: 35€ / Menú mediodía (lunes a viernes): 25€
Comensales: 138 personas




Arroz de rabo de buey.




Arroz de verduras.




Aceitunas de diversas clases.




Ensalada de la huerta, con tomates azules de primavera.




Láminas de alcachofa rebozadas.




Mejillones al vapor.




La tortilla ya deconstruida.




Angel Marín, el jefe de cocina.




Dos postres: cheese cake trufas, todo hecho en la casa.
Comentarios recientes